miércoles, 14 de noviembre de 2007

En la caja


De niño,
tenía miles de besos que dar.
Un día me di cuenta
que sobraban tantos besos.
Los guardé en una caja
y la enterré en un lugar secreto.
Ya en la adolescencia,
desenterré la caja
y volví a sacar los besos.
Poco tiempo después
me di cuenta de que tampoco eran apreciados
y volví a enterrarla.
Ahora,
esa caja anda suelta,
el lugar seguro
ya no lo es
y voy dando besos sin control,
todos los que no dí.
Me miro
e intento disculparme por ello,
pero los besos ya están dados.
Tengo que encontrar la caja y volver a enterrarla,
esta vez en otro sitio.

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