No sé que llegó primero, solo sé lo que pasó.
Un día estás arriba y al otro pasas al más absoluto anonimato.
Una nota colgada en la nevera por la última mujer florero que me eché,
mensajes en el teléfono de diferentes amigos que habían decidido dejar de serlo,
un mail del trabajo explicando los motivos por los cuales anulaban mi contrato,
una tostada con mermelada de hacía tres días ( probablemente el último día que comí algo ),
un montón de cartas sin sentido en el buzón,
la t.v puesta con un programa escupe/odio,
dos rayas de Ketamina encima de la mesa.
y la sensación de no saber que puta hora del día era.
Todo aquello solo hizo darme cuenta de lo insulsa que puede llegar a ser la vida cuando llegas a los 30. Parece que por cojones todo a de ser más serio, no un serio cualquiera, el serio establecido.
Por razones de la vida: Viajar, el trabajo, las mujeres, fui viviendo en diferentes sitios, sin dejar raíces en ningún lugar. Esto hace que seas siempre el nuevo, y si trabajas para algo relacionado con el arte...eres un filón para la gente. Todo el mundo quiere ser tu amigo; que no conocerte.
De pronto tienes una mini pandilla de gente a la cual apenas conoces,y que no quieren escucharte, solo quieren hablar de ellos mismos y sacar algún beneficio para sí mismos de tu trabajo. Tienes acceso a infinidad de drogas y al menos tres chicas están deseando chupártela...o decir que te la han chupado.
Debido a mi trabajo, no me estaba realmente mal aquel núcleo que se había formado de la nada una noche cualquiera en un bar cualquiera, donde me tomaba una cerveza en la barra mientras tomaba un descanso mental. En esos momentos hablar con cualquiera puede resultar beneficioso. Lo que no esperaba era que acabaría saliendo habitualmente con ellos, quizá por soledad...o desidia, o que acabaría liándome con una de ellos.
Por unos meses todo fue normal, la vida era plácida. Trabajo, cena con el grupo, drogas, alcohol, gente desconocida...chica desconocida en mi cama. Así pasé unos meses.
En el trabajo todo seguía igual. Cumplía con mis fechas de entrega. Alquilé un pequeño estudio al cual me mudé, donde tenía todo lo que necesitaba para trabajar y vivir.
El tiempo siguió su transcurso, me eché novia, mascota y un puto mantel para la mesa. Socialmente seguía estando solicitado para infinidad de fiestas, lo cual me venía bien para recapitular información que me sirviera para trabajos propios, asistía a conciertos y exposiciones. Había progresado.
Pero entonces me aburguesé.
Dejé de salir, de beber, de drogarme. Me centré en el trabajo, en el perro y en ella, si en ella.
Mi vida pasó a dar vueltas alrededor de la suya. Era inteligente, con clase, con carácter y las ideas muy claras.
No se como pasó pero un día simplemente me perdí y cuando eso sucedió ella se fue.
No hubo discusiones, ni malas palabras. Simplemente se fue.
Intenté rehacerme, volví a salir, volví a drogarme, a beber, a tener sexo con cualquiera que se pusiera a tiro. Pero todo eso no hizo más que mostrarme lo insulso y vacío que era todo sin ella.
Los días pasaron y con ellos las semanas. Seguía sin encontrar el norte, dejé el trabajo y me mudé de ciudad.
Durante algún tiempo todo fue bien. Tenía un pequeño estudio donde hacía fotos para alguna marca,
mi apartamento era luminoso con una amplia terraza para el perro, hice algún amigo, tuve alguna micro relación, aunque nada comparado a ella.
Después de catorce meses fuera volví a la ciudad. Todo estaba igual, cosa que no me extrañaba, cambié de chip y me puse a trabajar, una vida más ordenada, más centrada, hasta que una mañana, en la cafetería donde todos los días pedía mi café solo, estaba ella. Me puse tan nervioso que no puede decir nada. Por suerte ella no me vio.
Pasaron los días y no pude dormir pensando en ella, todo aquello que creí muerto me volvía a perseguir. Así que un día la llamé y quedamos para tomar un café.
Ella estaba radiante, me dio dos besos y nos sentamos.
Hablamos fuerte y tendido sobre nuestra vida en estos meses alejados y entonces le pregunté el motivo de que me dejara. Su respuesta no pudo dejarme más helado.
Me dejó por que al centrarme tanto como ella me pedía, yo sin saberlo, había dejado de vivir, de ser la persona de la que se había enamorado.
Nos separamos después de un fuerte abrazo. Yo la contemplaba mientras su silueta se difuminaba entre la gente, pensando que gracias a ella había llegado sin saberlo al equilibrio que buscaba.
Y que con ese equilibrio, quizá, puede que algún día, los astros nos volvieran a juntar.
Ella se llamaba...amor
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