Todo es perfecto en un mundo
imperfecto…
Un
día te levantas de la cama y tienes casi cuarenta años.
No
tienes café y has de bajar al supermercado, donde tienes que elegir
entre veinte marcas diferentes, a ver cual de ellos es menos
cancerígeno. Rodeado de carteles publicitarios donde gente de “bien”
te indica que su producto es el mejor, dentro de los parámetros
hormonados y transgénicos de la industria alimentaria.
Así,
que escoges uno y vuelves a casa, te preparas un café y te das una
ducha rápida para poder ir al trabajo.
Te
subes en el transporte “publico” que no es más que un saca
pasta, ya que si es público, ¿por qué has de pagarlo cada día?.
Encerrado en esa lata de sardinas con olor a humanidad, compartes el
espacio rodeado de otra gente sudorosa, que actualizan como zombies
su estado del Facebook o suben una foto para que la policía sepa que
aspecto tienes hoy.
Sales
del metro y como si fueras ganado, te encaminas hasta la salida para
poder respirar el aire turbio y contaminado de la ciudad. Hace meses
que no llueve.
En
el quiosco de prensa, todas las portadas dicen lo mismo, con fotos
parecidas y publicidad a pie de página de empresas fascistas y
opresoras. Es raro que sean todas las portadas iguales?
O
lo raro es que los medios de comunicación simplemente sean medios de
desinformación? Lo extraño es que la sociedad siga comiéndose
semejante montón de mierda.
Por
fin en el trabajo, aquello que dignifica, que enorgullece y nos hace
ser unos putos parias, cobrando una mierda, por tu contrato basura y
trabajando para putos pseudo burgueses, que jamás están contentos y
que te miran, como si te hubieran hecho un favor al contratarte,
esperando que en algún momento tengas que chuparles sus zapatos de
piel y llamarles amo.
Allí
pasas cuarenta horas a la semana rodeado de luz artificial, café
barato, escuchando las quejas estúpidas de tus compañeros, los
últimos avances del programa cancerígeno de turno; o la última
noticia con un despliegue especial, sobre el niño que se perdió en
un puto Ikea y apareció degollado en un campo de al lado, mientras
sus padres se metían el último chute de consumismo sin preocuparse
de su hijo.
Esto
la gente lo soluciona con un #niñodelikea y lo llaman solidaridad.
Eso
si, el niño ha de ser blanco, ya que a los niños que mueren en el
mediterráneo les importan una mierda.
No
sea que tu gobierno deba pagarle los servicios; mejor que se lo
gasten en cocaína.
Luego
un compañero te viene hablando sobre el feminismo de una manera
arcaica, mientras se jacta de pequeñas historias falsas en las que
se venera a si mismo como un conquistador sexual ( a base de visa ).
Justo
cuando estaba a punto de vomitar, el compañero de la mesa de atrás
pone a todo volumen la canción de moda del momento y el machista
reprimido deja de hablar para poder cantar la última mierda
comercial.
Letra
machista y vulgar, ritmos creados por monos inyectados en ketamina y
una voz a base de vocoder que podría ser de dos perros follando en
celo. A ellos les encanta.
Cuando
sales del trabajo solo tienes ganas de beber y abstraerte; así que
vas al bar de la esquina a pedir tu dosis diaria de cirrosis mientras
das pequeñas caladas a tu cáncer envuelto en papel de arroz y un
chico con una chaqueta larga y rosa, da lecciones de moda a un grupo
de chicas que van todas iguales, cortadas por el mismo patrón. Lo
llaman moda.
Hace
treinta y ocho grados a la sombra.
La
música relaja la mente, o eso es lo que pienso en el metro de vuelta
a casa, estrujado entre tanto zombie mientras escucho Venetian Snares
y sueño despierto con que el vagón del metro descarrile llenando de
terror, sangre y vísceras a los pocos supervivientes . Me pregunto
si la gente, antes de morir, se haría un selfie.
En
mi barrio, paro a comprar un barra de pan en el coreano, una pieza de
fruta en el chino y algo de picar en el pakistaní. Al llegar a mi
portal, me encuentro a un vecino, que en el ascensor me da una
estúpida conversación sobre la inmigración y la falta de recursos,
para que todo el mundo, pueda aprovecharse de las ventajas que tiene
vivir en el primer mundo y lo importante que es mantener los estatus
supremacistas para tener a todos a raya. Eso sí, su ropa está hecha
por las manos de algún niño indio que cobra quince euros al mes.
En
casa me ducho, me tomo la pieza de fruta, cojo unas sustancias que
había guardado para esta noche y vuelvo a la calle. He quedado en el
bar de la esquina con mi novia, Pilar.
Al
llegar me encuentro con ella y cuatro de sus amigos hablando sobre el
puto niño del Ikea, así que saludo, me pido una cerveza y me siento
a escuchar sus comentarios; tan obtusos que van desde el racismo al
odio mas abrupto. Gente que se jacta de poder destripar a la espalda
a sus propios amigos; lo que comúnmente se le conoce como putas
sanguijuelas de mierda.
A
un lado está mi novia, una chica normal y corriente a la que conocí
en la puerta de un centro de enfermos mentales, cuando iba a visitar
a un amigo que no le habían pegado bien los tripis.
Llevamos
saliendo algún tiempo. Típica rubia florero, veintinueve años,
impulsiva y vacía. Me pregunto cada día cuando me dejará o cuantos
cuernos llevaré ya.
Al
otro lado está Pablo, el típico come mierda alternativo que se va
cada año a la india, Vietnam o lo que cojones esté de moda en ese
momento en la ruta de niños pijos. Lleva tiempo tirándose a Pilar
(mi novia), lo sé desde el día que pasé a ser su gran amigo del
alma.
Como
de costumbre, Pablo me susurra al oído si llevo algún tipo de
droga. Como casi todos los hippies come mierda, se cree que los que
no tenemos su categoría somos todos traficantes. Así que para que
se calle le doy cuatro cápsulas de Metronizadol ( fármaco que se
utiliza para diarreas caninas ). Con esto, me pago los tragos de esta
noche.
Al
otro lado está Luis, su padre amasó una fortuna con las bitcoin en
2010 y el vive de las rentas. Un puto paria.
Y
justo enfrente de ellos y cerrando el círculo están Ana la
chupapollas y Bea, la veneno. Mientras una se jacta de ser la mejor
amiga de Pilar mientras desea follarme; la otra ( influencer como no
) aconseja a Pilar que tipo de hombre va mejor con sus
características.
Nos
acabamos las copas y vamos a una sala a escuchar a el último dj
milenial de moda, rodeado de camisas horteras y bigotes a lo Dalí o
chicas con el pantalón marca coño hasta el sobaco.
Una
chica se me acerca y me suelta una frase de Nietzsche, a lo que me
vengo arriba y la contesto pensando que quizá podríamos tener una
conversación filosófica, pero la cara de la chica hace que me de
cuenta de que ni sabía quien era el autor de la frase, ni su
significado;simplemente la había bajado de una app y la había
memorizado por que le pareció cool.
Apago
el cigarro y vuelvo a la pista.
Pablo
me da las gracias por su placebo, mientras me pregunto si se habrá
comido las cuatro cápsulas.
Me
acerco a la barra y aguardo mi turno pacientemente unos diez minutos,
hasta que una camarera se entera de mi existencia y me sirve lo que
le pido. A mi lado una pareja discute por que el chico no se había
fijado en los implantes nuevos de silicona de ella (lleva los labios
que parecen dos colchonetas).
Me
tomo la copa mientras observo a la gente bailar, Pilar y los mongers
están en algún sitio y mi dosis de ácido comienza a hacer efecto.
No se por que, pero cuanto más difusa es la realidad, mas llevadera
se me hace.
Después
de unos bailes y unas copas más, nos vamos al bus nocturno.
Pablo
hace gestos de dolor anal, así que creo que esta noche no podrá
follarse a Pilar.
Al
llegar entramos como podemos, entre la gente que hay y las copas se
vuelve algo más que incómodo. Encerrados en ese bus que tiene más
años que muchos de los que van dentro, mi novia me pide sexo
salvaje, mientras las arcadas interrumpen sus palabras. La cara de
mapache transexual no la hace muy atractiva.
Sobre
su cabeza, un cartel que pone:
“27
sentados, 42 en pie”
Me
pregunto si cuando llegue mi parada, conseguiré salir de este
enjambre humano.
Por
fin dejo a Pilar y compañía en su casa, levanto bien mi dedo
corazón en su dirección y continuo a pie hasta mi apartamento.
En
mi portal un cartel que pone:
Gran
concentración el la plaza mañana a las 17.00h
“Todos somos el niño del
Ikea “
Necesito
un canuto.
Agradecimientos:
Quería
agradecer a todos aquellos traficantes de cocaína por poner un poco
de humor en las narices de nuestros políticos; sin vosotros, todo
sería diferente.
Al
señor muerte por sus dibujos, maquetación y dedicación. Gracias
mugre fucker!
Al
todos los niños del Ikea del mundo.
Este trabajo fue presentado en formato físico en Can Batlló ( BCN ) el 30 de mayo del 2019.
La
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes
perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin
fisuras ni dudas.
Joseph Goebbels