Cansado y magullado
otro día en el lodo.
Corriendo y saltando,
de un lado al otro,
recogiendo el fruto,
seleccionando el zumo.
Pasividad entró en escena,
dando palos de ciego,
esperando la hora que nunca llega,
comiendo y hablando,
apuntándose los tantos
aun con mi sombra bramando en su nuca.
Respiro y continuo,
pensando cosas bonitas,
contando hasta tres,
poniendo la maquina al 200%
escuchando mis huesos crujir,
encendiendo el cigarrillo por vigésima vez.
Ya llegó la hora
mi cuerpo pide una tregua,
mi cabeza; sangre,
mis manos; letras,
mi garganta; cerveza,
mi ropa; un retiro.
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