Abrí mi corazón,
puse comas entre frases,
acentos en las agudas,
respiré profundamente,
la miré a los ojos
y todo murió por su boca.
Intenté dar una vuelta de tuerca,
sonreí,
di un sorbo al vichy,
unas caladas al cigarro,
cogí un soplo de vitalidad;
pero todo murió por su boca.
Así que escuché
que no todo es blanco o negro,
que soy gris,
que quizá nunca me quiso,
y que la sinceridad es una virtud;
y todo mi yo murió por su boca.
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