Y me subí a un tren llamado destino,
en mi equipaje llevaba a soledad
y a tristeza.
Me subí a un tren que me llevara bien lejos,
que me dejara pensar y escribir,
que me aislara de aquello que no entendí.
Me subí a un tren ataviado con harapos,
barba de cuatro días
y mirada distante.
Me subí pensando que pensaba,
creyendo que amaba cuando me amaban,
en cierto modo por que debía.
Me subí en un tren sin vías
ni recorrido,
ni destino.
Me subí en el para dejar a melancolía,
olvidar a insomnio,
ocupar la cabeza en nuevas melodías.
Me subí en un tren sin Mii,
para ocultar mi rostro,
para dejar atrás los versos de alguien que no me quería.
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