jueves, 4 de julio de 2013

Hagan juego

En un intento desesperado,
mandé la última misiva.
Tiré los dados.
Fueron dando vueltas,
tocaron en la pared y volvieron a rodar
hasta que pararon.
Y perdí.

Jugué las siguientes manos pidiendo dinero prestado,
en todas confié,
me lancé al juego de la buena suerte.
Y perdí.
Y así seguí hasta perder la camisa,
los nervios,
la vergüenza
y la dignidad.

Así que cuando ya no quedó nada,
me levanté de la mesa y guié mis pasos hasta la puerta.
Ya no me hace falta jugar,
nunca ha sido mi fuerte.
De perder,
uno busca nuevos hábitos...

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