En un intento desesperado,
mandé la última misiva.
Tiré los dados.
Fueron dando vueltas,
tocaron en la pared y volvieron a rodar
hasta que pararon.
Y perdí.
Jugué las siguientes manos pidiendo dinero prestado,
en todas confié,
me lancé al juego de la buena suerte.
Y perdí.
Y así seguí hasta perder la camisa,
los nervios,
la vergüenza
y la dignidad.
Así que cuando ya no quedó nada,
me levanté de la mesa y guié mis pasos hasta la puerta.
Ya no me hace falta jugar,
nunca ha sido mi fuerte.
De perder,
uno busca nuevos hábitos...
mandé la última misiva.
Tiré los dados.
Fueron dando vueltas,
tocaron en la pared y volvieron a rodar
hasta que pararon.
Y perdí.
Jugué las siguientes manos pidiendo dinero prestado,
en todas confié,
me lancé al juego de la buena suerte.
Y perdí.
Y así seguí hasta perder la camisa,
los nervios,
la vergüenza
y la dignidad.
Así que cuando ya no quedó nada,
me levanté de la mesa y guié mis pasos hasta la puerta.
Ya no me hace falta jugar,
nunca ha sido mi fuerte.
De perder,
uno busca nuevos hábitos...
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