Las luces se apagaron cuando él salió de la habitación,
las piernas pesaban el doble de lo que su cuerpo podía soportar.
Atrás quedaba un día agotador;
por delante, la íntima y apetecible compañía de sus compañeros de aventura :
El niño Trazos y la dulce Estrellita.
Caminaron con paso pausado,
nadie les esperaba, tan solo el tiempo y más tiempo.
Al llegar a la casa de Lobo,
una hostia de calor le dio en la cara recogió cuatro cosas y volvió a salir,
esa noche tocaba en casa de Dulce Estrellita.
Los tres pequeños, caminaron por las calles desiertas,
bromeando y jugando con sus palabras,
que se iban tirando a cada uno,
jugando y moldeándolas para hacerlo todo más divertido.
Dulce Estrellita abrió la puerta.
Era una puerta grande y maciza de roble con doble portón.
Los tres pasaron la puerta. Trazos y Lobo, con los ojos bien abiertos no daban crédito al pequeño palacio que tenía Dulce Estrellita. Un balcón, tres patios interiores, dos exteriores, cinco habitaciones, una gran cocina y comedor, muchísimas escaleras, tantas que nadie sabía bien cierto hacia donde conducían...y por último su alcoba.
Una alcoba enorme, con un enorme lecho, de enormes cojines.
Lobo y Trazos miraban atontados, y al mirar a Dulce Estrellita, ella les respondió con una gran sonrisa, una sonrisa de amabilidad. Entonces les dijo:
- Si queréis descansar...mover el culo!! -
Y así, los tres amigos pusieron la alcoba a su gusto, sacaron las últimas bromas y durmieron uno al lado del otro. Relajados y agradecidos.
A las pocas horas, Lobo despertó del sueño. Un sol acogedor pintaba la alcoba de colores. Sus amigos aun durmiendo, daban señas de paz, tranquilidad y tercer sueño. Llevaba tiempo sin descansar así, corto, pero con una sensación de tranquilidad que creía olvidada.
Recogió sus cosas, volvió la cabeza para ver a sus agotados amigos y salió de allí con la sonrisa que dan las buenas mañanas y las buenas historias....
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