Cohen entró contento al tren,
llevaba años sin entrar a ninguno.
Sus patas, derechas sobre el vagón patinaban por el movimiento,
su lengua denotaba inquietud por saber el destino,
mientas, Greta le miraba con cariño.
En pocos minutos el tren paró,
cruzamos la vía y llegamos a la playa.
Allí, un montón de arena le esperaba.
Dejé la mochila y cogí a Cohen de la correa,
quitándome rápidamente la camiseta.
Poco a poco metí los pies en el agua ante su atenta mirada.
Seguidamente, el hizo lo mismo y acercó su lengua a las olas
bebiendo el agua de mar,
familiarizándose con el ambiente.
Estiré un poco y todo su cuerpo se acercó al mío.
Con cara de asustado le cogí de la panza como si fuera un niño en su primera vez
y el moviendo sus patas con rapidez comenzó a nadar,
para dejarse llevar por la corriente y volver a la orilla.
Greta volvió a acercarse a el,
como diciendo " te gusta?",
ante la atenta mirada de Laura, Guido y la mía propia.
Salí del agua y coloqué la sombrilla,
donde rápidamente, Greta y Cohen, cogieron sitio debajo de la pequeña sombra.
Después de unos baños más y de buscar escondites con Guido,
Cohen y yo volvimos al agua entre las rocas,
volviendo a zambullirnos en el mar,
en mi habita natural,
la cual quería mostrarle a Cohen,
la cual creo que le gustó.
La tarde siguió transcurriendo de manera normal,
los perros debajo de la sombrilla
y los amos jugando en el agua.
El camino de vuelta fue calcado al anterior,
con la diferencia de que Greta y Cohen,
agotados de olas y arena,
apenas podían pensar hacia donde íbamos,
para llegar a casa de Laura y Guido y comprobar como cada uno,
elegía un lugar para dormir una profunda, relajante y merecida siesta.
llevaba años sin entrar a ninguno.
Sus patas, derechas sobre el vagón patinaban por el movimiento,
su lengua denotaba inquietud por saber el destino,
mientas, Greta le miraba con cariño.
En pocos minutos el tren paró,
cruzamos la vía y llegamos a la playa.
Allí, un montón de arena le esperaba.
Dejé la mochila y cogí a Cohen de la correa,
quitándome rápidamente la camiseta.
Poco a poco metí los pies en el agua ante su atenta mirada.
Seguidamente, el hizo lo mismo y acercó su lengua a las olas
bebiendo el agua de mar,
familiarizándose con el ambiente.
Estiré un poco y todo su cuerpo se acercó al mío.
Con cara de asustado le cogí de la panza como si fuera un niño en su primera vez
y el moviendo sus patas con rapidez comenzó a nadar,
para dejarse llevar por la corriente y volver a la orilla.
Greta volvió a acercarse a el,
como diciendo " te gusta?",
ante la atenta mirada de Laura, Guido y la mía propia.
Salí del agua y coloqué la sombrilla,
donde rápidamente, Greta y Cohen, cogieron sitio debajo de la pequeña sombra.
Después de unos baños más y de buscar escondites con Guido,
Cohen y yo volvimos al agua entre las rocas,
volviendo a zambullirnos en el mar,
en mi habita natural,
la cual quería mostrarle a Cohen,
la cual creo que le gustó.
La tarde siguió transcurriendo de manera normal,
los perros debajo de la sombrilla
y los amos jugando en el agua.
El camino de vuelta fue calcado al anterior,
con la diferencia de que Greta y Cohen,
agotados de olas y arena,
apenas podían pensar hacia donde íbamos,
para llegar a casa de Laura y Guido y comprobar como cada uno,
elegía un lugar para dormir una profunda, relajante y merecida siesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario