El metro.
Es un medio de transporte subterráneo de trenes, que atraviesa la ciudad. Y para mí, mi medio de transporte favorito. Hay veces que va lleno, que te ponen un sobaco sudoroso en la cara, o que una dulce anciana te hecha del vagón antes incluso de que hayas entrado...pero también puede ser un lugar mágico.
Para mi lo es. Para mi, es el lugar donde compartes breves espacios de tiempo de tu vida con desconocidos que probablemente no volverás a ver.
Puedes inventarte las historias de los personajes, ponerles nombre, analizarlos o simplemente observar.
Son como pequeños espacios de tiempo únicos e irrepetibles.
Están los solitarios, aquellos que miran siempre el suelo y esperan el momento de su parada, aunque tengan un trayecto largo. Los que tienen prisa, que intentan hipnotizar el letrero de las paradas para que vaya más rápido. Los que se llevan una novela enorme, como si en el metro les diera tiempo de leer semejante libro. Los enamorados, que cada vez que el metro acelera o para de golpe, se miran, sonríen y se besan, o por el contrario, ni se miran, como diciendo " nena, nos quedan dos telediarios ". Aquellas parejas de amigos, en la que uno de ellos siente algo más por el otro, que nunca lo sabrá, puesto que el/ella, solo mira al otro cuando se da la vuelta. Los que se ponen en el pasillo, que parece que lo hacen con desgana, pero les gusta la sensación de ir allí, justo donde el vagón se dobla. Los niños, que van buscando juegos por todas partes, de cualquier manera. Los carteristas, que observan a todo el mundo...pero que también son observados por todo el mundo.
Estos, son solo algunos de los personajes que hay.
Pero también están los antes y después, que son aquellos que llegan corriendo, como si la vida les fuera en ello y cuando llegan a abajo, aun quedan 4 minutos para que llegue el tren y miran decepcionados y cogiendo aire el letrero del tiempo o cuando salen del vagón, corren desesperados por encima de las personas.
En el metro, también puedes enamorarte, compartir miradas e incluso pequeñas conversaciones. Puedes ver al más punki de todos, sentado al lado del adulto más conservador. Puedes ver al yonky, ceder el asiento a un anciano, o ver todas y cada una de la etnias de la ciudad compartir un vagón sin que nadie se percate de ello.
Todo esto, lo envuelvo en una preciosa poesía, que es la vida concentrada en el subsuelo.
Es un medio de transporte subterráneo de trenes, que atraviesa la ciudad. Y para mí, mi medio de transporte favorito. Hay veces que va lleno, que te ponen un sobaco sudoroso en la cara, o que una dulce anciana te hecha del vagón antes incluso de que hayas entrado...pero también puede ser un lugar mágico.
Para mi lo es. Para mi, es el lugar donde compartes breves espacios de tiempo de tu vida con desconocidos que probablemente no volverás a ver.
Puedes inventarte las historias de los personajes, ponerles nombre, analizarlos o simplemente observar.
Son como pequeños espacios de tiempo únicos e irrepetibles.
Están los solitarios, aquellos que miran siempre el suelo y esperan el momento de su parada, aunque tengan un trayecto largo. Los que tienen prisa, que intentan hipnotizar el letrero de las paradas para que vaya más rápido. Los que se llevan una novela enorme, como si en el metro les diera tiempo de leer semejante libro. Los enamorados, que cada vez que el metro acelera o para de golpe, se miran, sonríen y se besan, o por el contrario, ni se miran, como diciendo " nena, nos quedan dos telediarios ". Aquellas parejas de amigos, en la que uno de ellos siente algo más por el otro, que nunca lo sabrá, puesto que el/ella, solo mira al otro cuando se da la vuelta. Los que se ponen en el pasillo, que parece que lo hacen con desgana, pero les gusta la sensación de ir allí, justo donde el vagón se dobla. Los niños, que van buscando juegos por todas partes, de cualquier manera. Los carteristas, que observan a todo el mundo...pero que también son observados por todo el mundo.
Estos, son solo algunos de los personajes que hay.
Pero también están los antes y después, que son aquellos que llegan corriendo, como si la vida les fuera en ello y cuando llegan a abajo, aun quedan 4 minutos para que llegue el tren y miran decepcionados y cogiendo aire el letrero del tiempo o cuando salen del vagón, corren desesperados por encima de las personas.
En el metro, también puedes enamorarte, compartir miradas e incluso pequeñas conversaciones. Puedes ver al más punki de todos, sentado al lado del adulto más conservador. Puedes ver al yonky, ceder el asiento a un anciano, o ver todas y cada una de la etnias de la ciudad compartir un vagón sin que nadie se percate de ello.
Todo esto, lo envuelvo en una preciosa poesía, que es la vida concentrada en el subsuelo.
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