Aguardé el momento,
comprendí que ciertas piedras en el camino
podían esquivarse.
Respeté los espacios y deseos,
las palabras y berrinches.
Salté al vacío seguro de mi mismo,
buceé entre sueños,
abracé con fuerza el presente,
luché contra la adversidad,
cumplí mi responsabilidad.
Bajé la guardia cuando creí que estaba a salvo,
fui domado,
engañado y tomado como mascota.
Abusaron de mi paciencia y mi ser,
y con mis propios ojos contemplé la traición.
Entonces comprendí,
que ciertas cosas no son para mi.
Que por mucho que se quiera no depende de uno,
y menos de mi.
Que estoy maldito.
Y lo guardo,
guardo todo ese mal dentro de mi,
donde nadie lo pueda ver,
donde nadie pueda llegar jamás.
En el fondo de la caja negra que ocupa mi corazón.
Estúpido lobo,
lleno de estúpidos cuentos de fantasía.
Estúpido mundo que sobre él camino.
Estúpida alma la mía,
que no conoce sosiego alguno.
Y malditos,
malditos todos los cobardes y mentirosos,
malditos todos los dioses,
malditas todas vuestras vidas,
que no ganarán el descanso en ninguna vida.
Otra vez escondo la llave,
continuo mi camino.
Vuelvo a recomponerme de otro desengaño,
otra piedra,
otra historia más llena de agonía.
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