Adiós al mini piso,
al enclave de veinte metros cuadrados donde pasé los últimos dos años.
Allí fui feliz, reí, lloré, grité, discutí, fumé, follé....
Tantas y tantas cosas que dan de si tan pocos metros.
Llegué sin nada a aquella casa, con un puñado de euros, cajas de libros, un perro, tres gatos y un contrato basura de trabajo.
Al principio dormiá en un sofá de metro y medio de largo. No cabía, pero era mi cama.
Luego fueron llegando más muebles y saliendo los gatos. Momentos delicados, duros; pero igual de necesarios.
Por aquella casa, han llegado a pasar cuatro compañeros de piso. Si, pequeña pero si se puede, se ayuda. Incluso tres más disfrutaron el piso para ellos. No todos iguales, o agradecidos, pero aquella casa, al igual que hizo conmigo, les ayudó.
Tardé meses en dormir en la "habitación", se me hacía muy frío dormir solo allí. Pero esa ventanita, la única del pisito siempre me gustó. Allí leía y observaba a la gente que pasaba.
El baño era muy gracioso, con un mini bañera en la que no dude en darme un baño, aunque mis piernas salieran de ella.
Guido, el hijo de Laura, le encantaba mi casa. Decía que para el, estar allí era como acampar.
A cada caja que cerraba, cada mueble que desmontaba o lo devolvía a la basura en estos días, una lágrimilla salía de mis ojos, tristemente contenta...
al enclave de veinte metros cuadrados donde pasé los últimos dos años.
Allí fui feliz, reí, lloré, grité, discutí, fumé, follé....
Tantas y tantas cosas que dan de si tan pocos metros.
Llegué sin nada a aquella casa, con un puñado de euros, cajas de libros, un perro, tres gatos y un contrato basura de trabajo.
Al principio dormiá en un sofá de metro y medio de largo. No cabía, pero era mi cama.
Luego fueron llegando más muebles y saliendo los gatos. Momentos delicados, duros; pero igual de necesarios.
Por aquella casa, han llegado a pasar cuatro compañeros de piso. Si, pequeña pero si se puede, se ayuda. Incluso tres más disfrutaron el piso para ellos. No todos iguales, o agradecidos, pero aquella casa, al igual que hizo conmigo, les ayudó.
Tardé meses en dormir en la "habitación", se me hacía muy frío dormir solo allí. Pero esa ventanita, la única del pisito siempre me gustó. Allí leía y observaba a la gente que pasaba.
El baño era muy gracioso, con un mini bañera en la que no dude en darme un baño, aunque mis piernas salieran de ella.
Guido, el hijo de Laura, le encantaba mi casa. Decía que para el, estar allí era como acampar.
A cada caja que cerraba, cada mueble que desmontaba o lo devolvía a la basura en estos días, una lágrimilla salía de mis ojos, tristemente contenta...
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