Llegando a mi casa unas piernas vi a lo lejos,
subí con ellas la calle,
mantuve la distancia,
solo me fijé en ellas.
Crucé con ellas las calles,
en línea recta.
Admirando sus muslos
y el compás de sus caderas.
De buen decir es, que solo en eso me fijaba.
Pero subiendo y subiendo,
aquellas piernas en mi escalera aparecieron,
como dado por hecho.
Y allí alcé la vista,
y que buena vista.
Con un trasero excelente,
siguiendo unas piernas imponentes.
Una sonrisa buscada,
a una cara envidiada.
Es la suerte esquiva de la noche,
la de una vecina emergente.
Una de tantas historias,
de este camino sin puente,
un vegetal a la suerte,
en esta noche...inerte.....pero emergente.
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