Sentado en Altea el aire entra en mis pulmones,
las conversaciones son puras
y las sonrisas sinceras.
Aun noto el latir de mi corazón,
al que la cabeza le dice que pare.
Un sinfín de amaneceres y atardeceres adornan mis días,
la televisión y la lectura son mis acompañantes de cama.
Pido ayuda desde el interior de la caja,
a la que nadie llega.
Extranjero en todos sitios,
habitante de nunca jamás,
especulador de alegrías.
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