domingo, 9 de enero de 2011

Malditas esperas, malditas horas sin retorno

Mareas de gente circulan por las calles,
consumen alegres e inútilmente.
Yo les observo escondido entre tablones de ansiedad,
consumido por mis cenizas,
mirando un reloj que no pasa,
una libertad que no llega.
Ellos,
hombres hambrientos de gasto,
de escasos sentidos libres de la vida,
en los que el poder de lo no necesario
gana con fiereza los razonamientos firmes del ser del olvido.

Cojo aire,
pienso que no pienso
y estoy sin serlo.

Creo espacios vacíos dentro de los que antes eran llenos.

Vuelve la sensación de malestar,
vuelve a la carga de este cuerpo en el que no tenia que haberme reencarnado,
un cuerpo que hace muchas lunas ya veía maltrecho.

Los espacios se vuelven estrechos,
todo el mundo me molesta y se interpone en mi camino,
vuelve la sensación,
vuelve a asomar el precipicio a mis pies.

Tengo que respirar.

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