En las noches eternas busco la calma entre somníferos y cuentos. Sin que ninguno de ellos aporte el fin que busco. Muchos adjetivos valdrían en este nefasto año de mierda que todos llevamos. Gobernados por idiotas, ceñidos al plan maestro de la estupidez, buscando un consuelo a la venta, mirando por la ventana la llegada de un nuevo día que nunca llega.
Y el tiempo continua su curso.
En la búsqueda de la vida, he perdido todo cuanto tenía que perder, he seguido adelante por caminos de fango, he dudado de todo, incluso de mí; sobre todo de mí.
Lucho cada día por volver a trabajar, por el respeto de ganar el pan y de sentirme como un puto ser humano normal. Encontré el amor que no saqué de mis repetidas y nefastas relaciones en la cocina. Pero ahora no tengo fogones, ni tengo abrazos. Maldecí mi desdicha alejándome de todo aquello que me repudiaba, pensando que el rechazo me cobijaba. Malgasté palabras mágicas, quité valor a otras, busqué nuevas en el saco, pero solo quedaba barro y no tenía valor para inventar otras. Cambié de vida tantas veces como de pareja, sin que ni una ni la otra me dieran sosiego.
Y el tiempo me adelantó de nuevo.
Entre palabras y silencios intento comprender todo aquello que no cuento. Buscar el momento, trazar un color al viento, un puto camino sin tormentas, un puerto para el pirata, una baldosa amarilla, un bar mugriento para H.H, un reloj sin tiempo para el conejo, un recuerdo para el Nexus, una lágrima para Gudú, un dedal de Wendy.
En las noches eternas de los días repetidos, busco un te quiero y no un lamento.
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