Incomprensiblemente la cabeza vuela a veces,
patina,
salta de sitio.
Emociones desordenadas en un marco de angustia y extremada estupidez.
Sin un vaso de agua,
sin un solo matiz de humanidad o súplica.
Sintiéndome inservible para la conversación,
el sexo,
el arte.
La calma más normal desaparece de las manos del miedo,
envuelta en imágenes presentes en la retina de mis ojos.
La bestia que vive dentro volvió a presentarse
cuando el hombre perdió su palabra.
Volví a sentir el mal que alojo dentro,
aquel que lleva a la bestia a su terreno,
lleno de incomprensión,
falto de calor,
de amor,
de esperanza.
Pero que también levanta del suelo de la vanidad,
reflota el valor y el sentimiento
de una fortaleza escondida entre papel de arroz.
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