Con energía tumbé el cuerpo en la arena,
recosté mi cabeza mirando al cielo,
contemplando las estrellas
que tan hermosas eran los días de oscuridad.
Y allí tumbado
en medio de la plaza
me percaté que no brillaban con fuerza,
por que la luz estaba sobre la plaza.
Entre temblores de humedad desperté,
con los huesos agarrotados,
los músculos cansados,
el pelo alborotado,
pero la luz de las estrellas
en mi corazón brillaba.
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