El cantar de los pájaros entraba por la ventana
cuando la noche ya había entrado en su ecuador.
Las nubes dieron un descanso al cielo
y dejaron ver las estrellas.
En un silencio reconfortante,
recosté mi cuerpo en la oscuridad de la noche.
Una copa sin alcohol,
un cigarrillo sin filtro
y una conversación con mis pensamientos.
Los pájaros siguen cantando,
mientras la copa continua bajando.
Mi mente se limpia
como antes se limpió el cielo que contemplo.
Esperanzas puestas en sueños,
que a su vez se convierten en cuentos
de una realidad lejana y confusa.
El cielo se abre para mi en forma de estrella fugaz,
tan veloz que ni un deseo he pedido,
tan brillante
que aún veo sus destellos.
La copa está vacía,
el cigarrillo apagado,
mi mente sin palabras.
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