De pesados sueños despiertan mis días,
con el cuerpo hundido entre sábanas de plomo.
Los ojos abiertos desde temprana hora
no alcanzar a ver la hora que marca el reloj de la mesilla,
sorprendiéndose a sí mismos
cuando descubren su poco descanso.
Días que amanecen entre tristes noticias de un mundo sin sonrisas,
sin ética,
sin piedad.
El cuerpo levanto y guío hasta el sofá
dándome el sol y el café la entrada hacia una nueva jornada.
En permanente conocimiento del ambiente y de mi propio cuerpo,
juzgo los momentos por pequeñas soledades
para tapar heridas emocionales,
desgastes mentales,
principios elementales.
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