Era un mundo sin tiempo. Donde todo andaba mezclado con todo, donde el tiempo ( que sí que había ) pasaba tan rápido que nunca se quedaba. Era tan real, como irreal, surrealista, idílico. Donde los grandes árboles tenían relojes colgando de sus ramas y en los ríos, los peces tenían dos cabezas, una que miraba hacia adelante y la otra hacia detrás...o era al revés? Donde el agua de los ríos, sus cascadas y pendientes iban del revés, donde los animales hablaban lenguajes extraños, las mañanas eran pintadas desde el cielo y por las noches se cubría todo de un fondo negro pintado de estrellas.
En este pequeño mundo vivían tres muchachos:
Un Lobo sin sombra, siempre imaginando y corriendo detrás de dicha sombra; el niño Trazos, aquel que todo lo pintaba y Dulce estrellita, la princesa okupa que daba el equilibrio a tan variado trío en la tierra sin tiempo.
Pero...cómo llegaron aquí estos personajes?
Ya que era un mundo sin tiempo, no tenían memoria de como habían llegado, si de como se conocieron, pero de como llegaron? Un servidor explicará o tratará de explicar como lo hicieron.
Dulce Estrellita, andaba una mañana por su palacio, lleno de puertas y escaleras, las cuales le encanta corretear, de una habitación daba a otra, de ahí a otra y así sucesivamente, hasta que abrió un pequeña puerta, al fondo de un gran pasillo...que la engulló y de pronto apareció en el mundo sin tiempo. Y dado, como dije antes, aquí no hay memoria anterior, Dulce estrellita llegó a su nuevo hogar, un hogar que con su imaginación creó un palacio, lleno de escaleras, habitaciones, balcones, salones, cocinas. Y donde siempre miraba al este, ya que le encantaba ver el sol en todo momento, y la casa siempre se movía con el sol.
Si el sol se sentaba, la casa se sentaba. Si el sol pedía un refresco, la casa también. Y digo la casa, por que desde fuera, en el espacio, era lo que parecía. Pero dentro todo cambiaba constantemente. Aparecían y desaparecían balcones, estantes, sillas...las escaleras, que eran muy suyas, se dedicaban a jugar con las formas del interior, siendo un continuo cambio toda la estructura del palacio, ya que dentro si que parecía un palacio.
El niño trazos creció con un lápiz. Desde muy pequeño se dedicó a pintar todo lo que veía...y por supuesto, donde lo veía. Puertas, paredes, brazos...animales...
Cierto día el niño Trazos se acercó a una pared a medio dibujar. En ella, una puerta de madera a medio hacer y un fondo verde detrás muy difuminado. Trazos se puso manos a la obra, ató bien su pañuelo, que a todos sitios llevaba y sacó el lápiz.
De una manera natural, comenzó a pintar alrededor de la puerta, pero esta no la tocó. Intentó pintar en el fondo verde, pero el lápiz no pintaba. Y así, entre sorprendido y entusiasmado ante tal reto, Trazos se puso ha acabar la puerta. Pinto las bisagras, las arrugas de una puerta tan vieja...y pintó lo que quedaba de la mirilla. Entonces se sentó y miró lo que había hecho. Extrañamente, de la mirilla, salía una luz. Se levantó y se acercó de nuevo. Ya que el, no había pintado nada dentro de la mirilla. Acercó el ojo y vio una gran pradera verde, en el centro, un cartel de madera pintado con brocha gorda ponía : " acaba el pomo "
Trazos se quedó extrañado, pero atraído por el mensaje, así que se puso a acabar el pomo, que fue cobrando forma real, hasta el punto de notar como el dibujo se volvía real, como el pomo sobresalía del muro. Así que trazos, cuando lo acabó, presionó el pomo y la puerta, aquel dibujo a medio hacer perdido en un muro, cobró vida y la puerta se abrió.
Metió la cabeza dentro. Un gran prado verde se abría por todo el horizonte, con unas pequeñas manchas grises, como si fueran cosas que faltaban por pintar. Así que Trazos pasó la puerta y entró al mundo sin tiempo, para seguir pintando los espacios grises.
Lobo siempre andaba preguntándose cosas, el por que de las cosas. Pero nadie le respondía jamás, tenían miedo de que después de la respuesta viniera otra pregunta. Siempre parecía ausente, pero en cualquier momento, sus ojos se llenaban de color y salía corriendo detrás de cualquier cosa. Cuando le preguntaban que hacía, el les miraba y respondía : " he visto a mi sombra "
"Pero si siempre la llevas contigo " le respondían.
"no, siempre la llamo, pero siempre se escapa, acaso no lo ves?"
Ante tal panorama, Lobo siempre fue solo con sus historias, cuentos y demás aventuras de su sombra.
Una tarde, sentado en la plaza. Su sombra pasó velozmente delante suya. Lobo corrió detrás de ella como un poseso, llegando a tocarla, pero no atraparla, mientras pensaba en el día que lo lograra, la cosería tan fuerte que jamás de los jamases volverían a separarse. Y fue así, como corriendo detrás de la burlona sombra, está atravesó una puerta y Lobo, ni corto ni perezoso, se dio de bruces contra ella...llegando a un lugar que no era la calle, ni la plaza, si no un lugar verde, extraño a la vez que acogedor...