Se cumple un año de mi vuelta de Cadaqués.
Toda una aventura, en la que renuncié a un sueño estúpido, en busca de uno con más luz:
La estrella.
Después de mucho, mucho, muchísimo trabajo, volví habiéndome demostrado que sí se podía. Y aunque la aventura, no saliera por algún que otro motivo; volví satisfecho de mi trabajo.
Poco tiempo me dio a hacer allí la verdad. Trabajaba tantas horas al día, que solo pensaba en cocina y a veces en aquel sueño estúpido.
Trabajaba tanto, que los primeros días libres que tuve fueron dos y llegaron cuando ya llevaba 54 días sin librar. Poco después me despidieron. Irónico.
Así que volvimos a hacer maletas, nos despedimos de la tierra de Dalí y volvimos a Barcelona.
No logré la estrella, aunque si me estrellé con el sueño estúpido.
Jamás olvidaré aquellos amaneceres. Los colores, el mar, la tramuntana, las inundaciones del piso, el flipar cada día por la escasa percepción del negoció de un dueño negado, o las zancadillas de la llamada chef ejecutiva ( alias no tengo ni zorra ).
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