Llevaba puesta una sonrisa por chaqueta,
sus ojos denotaban alegría,
el paso de una gran noche acompañado de buenos amigos.
Su cara no era de cansancio, a pesar de la hora,
su cabeza aun seguía el ritmo de la música,
solo eran tres paradas de metro hasta su casa.
Una buena entrada de año,
olor a grandes retos,
esperanzas y sueños de mejor vida.
Las paradas seguían su paso,
su espalda reposaba contra la puerta de salida,
un áurea blanca envolvía todo su ser.
El sonido del teléfono paró la música,
contestó de manera vivaz, radiante,
incluso diría que tierna.
Acto seguido,
su mano agarró fuertemente la barandilla,
y toda la luz que tenía alrededor; se apagó.
Las puertas del metro se abrieron en poble sec,
cabizbajo y con lágrimas en los ojos bajó del vagón,
guardó el teléfono y respiro fuertemente hacia la salida.
El metro se puso en marcha,
perdiendo la figura de aquel ser luminoso...
...que perdió la luz.
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