Recuperé la voz,
y cuando lo hice,
ya no tenía ganas de gritar.
Recuperé la sonrisa,
liberándola de la ansiedad,
dándole color.
Veintiséis días después volví a cantar los platos;
a poder pedir en los bares;
a poder cantar mientras cocino.
Tanto tiempo encerrado sin la palabra,
dentro de un gran paréntesis,
donde no puedes liberar nada.
Para acabar descifrando la x,
mirarte al espejo
y ver la verdad.
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