Pongo los pies en la arena, me quito la camiseta para que el sol penetre en mi pálida piel y me dirijo a la orilla. Mis pies se hunden en la arena, mientras las primeras gotas u olas, los acarician.
Mateo ríe y juega con las olas a mi alrededor, invitándome a entrar en su juego. Una mirada más al sol, para recordar este primer baño, el baño más especial del año, el baño de la limpieza, el baño que me limpia del año anterior, de un amor perdido, de un vacío presente. El baño que me enseña a cuidarme, a seguir fiel con mi estilo, mi joven vegetarianismo, mi vuelta al deporte, mis proyectos, mis fotos, mi música.
Meto las rodillas en el agua y agarro a Mateo de espaldas, juntos damos tres vueltas en círculo. Lo dejo en la orilla y pienso por última vez en todo. La soledad, el rechazo, el abandono y pienso llenarlo con otras cosas, con más objetivos, juegos, sonrisas. Miro bien la ola que tengo delante y me zambullo.
Al salir, lo único que pienso es:
- Estoy en casa, en mi mar.
Comienzo a nadar, el mar esta revuelto, pero eso no me para, es mi mar. Cuando ya diviso la playa pequeña, respiro, descanso y vuelvo. Al llegar, Mateo aun me espera para seguir jugando. Me quedo en la orilla mirando mi sombra. Lo que hemos sido los dos...y lo que seremos.
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