Despertando antes que las alarmas,
envuelto en sudores,
tapado por un saco de dormir en un viejo sofá
que le cobija de los fantasmas pasajeros.
Despertando antes que el sol,
pensando si sueña o piensa,
si es realidad o ficción,
si llega tarde,
como el conejo de Alicia, mirando el reloj cada dos por tres
por miedo a que le corten la cabeza.
Despertando al rato de tumbarse,
sin haber dado tiempo al cuerpo a recuperarse,
sin haber despejado la mente de toda la carga,
sin saber cuanto tiempo cerró los ojos.
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