Aguardaba el joven poeta
sentado al fondo de la posada su copa de vino tinto.
Escribiendo versos y versos sin ligar,
buscando exactamente las palabras que trataran el tema que tanto le intrigaba.
De como un amor se esfumó de como un amor se escapó.
En hojas llenas de tachones, sus ojos oscuros se perdían.
Hasta que su copa llegó y en pequeños tragos,
sin saborear,
pensaba en la mirada de la amada,
en el tormento de su partida,
en la esperanza de entregarla en forma de versos,
aquella llave perdida,
que ella tanto anhelaba.
La llave de su corazón,
el corazón del poeta,
que había abierto la pesada cerradura
en forma de versos de perdón,
en forma de palabras en su interior.
Y así siguió el poeta,
cerrando los ojos para poder recordarla mejor,
buscando en sus sueños cada gota de sudor,
cada curva,
cada mirada,
de un amor tardío,
de un amor auténtico,
de un amor ausente.
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