Todo en silencio,
ni pájaros, ni coches, ni voces.
Solo el viejo y el ataúd.
Reposando la cabeza sobre su amada,
el anciano recordaba los buenos momentos,
las labores de cada día,
el largo pasar de los días al lado de la mujer de sus ojos,
de sus sueños.
Una madre,
una compañera,
una amante,
una esposa.
En una sala vacía,
el anciano y el ataúd se mantenían inmóviles.
No era momento de decir adiós.
Solo una cosa le angustiaba.
Aquel año de separación,
que aunque se resolvió,
le privó de un año de su tiempo,
de sus besos,
de sus abrazos,
asados,
broncas...y sonrisas.
Allí se mantuvo el anciano,
pegado a su amada,
hasta que una mano dejó caer,
y el último suspiro salió de su boca,
pensando por dentro :
- Ya voy a tu encuentro amada mía.
ni pájaros, ni coches, ni voces.
Solo el viejo y el ataúd.
Reposando la cabeza sobre su amada,
el anciano recordaba los buenos momentos,
las labores de cada día,
el largo pasar de los días al lado de la mujer de sus ojos,
de sus sueños.
Una madre,
una compañera,
una amante,
una esposa.
En una sala vacía,
el anciano y el ataúd se mantenían inmóviles.
No era momento de decir adiós.
Solo una cosa le angustiaba.
Aquel año de separación,
que aunque se resolvió,
le privó de un año de su tiempo,
de sus besos,
de sus abrazos,
asados,
broncas...y sonrisas.
Allí se mantuvo el anciano,
pegado a su amada,
hasta que una mano dejó caer,
y el último suspiro salió de su boca,
pensando por dentro :
- Ya voy a tu encuentro amada mía.
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