domingo, 27 de octubre de 2019

Mal sitio para los buenos tiempos


El frío entra por la mañana en mi cuarto,
ya he cambiado la orientación
y mi cabeza.
Un café,
una ducha,
un adiós a la nada.
Bajas a la calle,
siempre en obras,
renovándose constantemente sin notar diferencias.
Helicópteros que ponen la banda sonora,
portadas de diarios anunciando el final.
No hay final,
hay un final sin final.

Policía por todas partes,
cuerpos al servicio del pueblo,
perros sedientos de sangre derramada,
sin conciencia, ni alma.

Mis ojos están rojos,
no dormir,
no parar,
no sentir.

Me pongo las gafas de sol en el metro.
Para la abuela de enfrente soy el ladrón de su bolso;
para el pseudo intelectual de su lado soy su enemigo,
el antistema quemador de containers sin sentimientos;
para el borracho, soy el colega a quien poder sacarle el euro del próximo cartón de vino.
Pobres y enclenques marionetas de la falacia fascista del teatro humanoide.

Salgo del metro liándome un cigarro,
busco un café para seguir alimentando mi depósito de cafeína.

Bancos dueños del humano,
despertando a los "nadie" que ha dejado sin casa,
instándoles a recoger sus putos cartones para poder abrir así de nuevo su oficina de avaricia
y usura.
Una foto de una niña te dice con simpatía que su banco es el mejor,
aunque paguen de tu bolsillo asesinatos y golpes de estado en otros jodidos lugares.
Puta niña, hazte infanta, no infanticida!

El mundo se quema, pero no me jodas el traje.
El mundo se hunde, pero no tengo wifi.
El mundo está deprimido, pero no hay taxis por culpa de la revuelta.

Malos tiempo para el inconformismo,
buenos tiempos para ir al Gym,
para el individuo hedonista,
para las marcas,
para comprar un piso de un fondo buitre,
para los nadie sin nadie.

"Nada es real" pienso por el paseo de gracia.
No encuentro el botón de apagado.
( o ya le dí sin saberlo)
Sobreviviendo a las tiendas de mierda híper cara,
llenas de cosas estúpidas,
de gente vacía,
de agentes de seguridad "alias policías frustrados",
de bolsos de piel de marsopa
y zapatos con diamantes de sangre.

Chile llora, pero mañana hay fiesta.
Ecuador llora, no hay noticias.
Libia es un solar,
el mediterráneo un cementerio,
la libertad de expresión murió cuando fue patrocinada,
Franco tiene Instagram.


Llego al trabajo,
enciendo todo,
salgo a fumar y veo a las ancianas peinarse en la peluquería de enfrente,
como todos los putos días,
cada día con menos pelo,
hablando y hablando de la escoria que sale a la calle a defender los "derechos",
para que la gente de "derechas" siga en sus barrios limpios riéndose a carcajadas,
mientras tres peluquer@s tatuad@s y anillad@s,
complazcan a las momias que las pagan.

Ya no hay esclavos,
hay clavos y miles de paredes.
Hay ventanas y nadie se tira.
Hay confeti manchado de sangre.
Hay reyes y mercaderes.

Apago el cigarro.

Me dicen que tengo carácter,
que asusto a compañeros,
que calme mis humos...
en un universo sin vórtices,
donde lo normal es una anomalía.

Busco el off en una poesía culinaria,
en un roto en el pantalón,
en una puta nota mal redactada tirada en mi partida,
en el café; de nuevo otro café.

Malos tiempos para el carácter,
buenos tiempos para la heroína.

Cambio de cocina,
zona más elitista,
más helicópteros,
menos anti sistema,
pasos más rectos,
piernas cansadas,
mente lúcida.

Nada es real.
Vendedores de paquetes inmobiliarios,
saqueando al vecino por una operación de blanqueamiento anal.
Nuevas tendencias para ser un gilipollas engreído y pensar que la muerte no te cogerá.
Música de mierda,
encrespados a lo the Cure,
billetes que compran la felicidad hacia el cáncer de colon.
Gente que te da la opinión de mierda,
mientras de su nariz cae la última dosis de cocaína cortada, que les da la fuerza para creerse mejor que tu.

No pienses si te gusto o no,
piensa si te gustas tú.


Malos tiempos para el razonamiento,
la ética se fue a por aspirinas,
la moral acabó en el psiquiátrico,
el arte se vende en fascículos coleccionables.

Una última mirada,
acabando el cigarro,
el turno,
el día y la noche.

No hay paz para los malditos,
hay cárcel para el mendigo.




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