domingo, 13 de octubre de 2019

Con la soga al cuello


La tarde transcurría con normalidad,
entre besos y abrazos,
anécdotas y carcajadas,
polaroids y cervezas.
Nos subimos al coche para cambiar de sitio,
atravesamos el pueblo
y cuando pensaba que seguiríamos recto,
giramos a la izquierda.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Aparcamos el coche,
todos bajaron,
mientras yo cogía aire.
Lo había intentado dos veces anteriormente,
una voz en mi cabeza me decía que no pasaba nada.

Atravesamos el pasadizo que da lugar a la terraza,
cuando me dí cuenta,
todos estaban dentro.
Yo,
paralizado,
aun estaba fuera,
mirando la fachada de aquel lugar.

Allí disfruté en el pasado,
compartí grandes momentos,
conciertos,
cenas,
besos,
abrazos...
incluso trabajé allí.

Volví a coger aire y entré.

De golpe, me quedé sin palabras,
miré a un costado y al otro,
mi cuerpo temblaba,
mis ojos comenzaron a inflarse al mismo tiempo que mi garganta,
mis pies daban pasos hacia la salida.

No pude entrar,
la vista se iba hacia aquel lugar,
la imagen de aquel día volvió de golpe a mi cabeza,
solo quería salir de allí.


Me quedé fuera en un rincón,
mirando impasible aquel lugar con los ojos vidriosos.
mis amigos salieron al verme,
me abrazaron y me sacaron de allí.



No puedo entrar,
no se si algún día podré hacerlo,
no se si algún día podré comprender por que lo hiciste,
por que no estás allí dentro,
por que aquella sensación aun se clava en mi pecho.




Te sigo llorando amigo.





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