martes, 9 de julio de 2019

24 horas




Todo es perfecto en un mundo imperfecto…

Un día te levantas de la cama y tienes casi cuarenta años.
No tienes café y has de bajar al supermercado, donde tienes que elegir entre veinte marcas diferentes, a ver cual de ellos es menos cancerígeno. Rodeado de carteles publicitarios donde gente de “bien” te indica que su producto es el mejor, dentro de los parámetros hormonados y transgénicos de la industria alimentaria.
Así, que escoges uno y vuelves a casa, te preparas un café y te das una ducha rápida para poder ir al trabajo.

Te subes en el transporte “publico” que no es más que un saca pasta, ya que si es público, ¿por qué has de pagarlo cada día?. Encerrado en esa lata de sardinas con olor a humanidad, compartes el espacio rodeado de otra gente sudorosa, que actualizan como zombies su estado del Facebook o suben una foto para que la policía sepa que aspecto tienes hoy.
Sales del metro y como si fueras ganado, te encaminas hasta la salida para poder respirar el aire turbio y contaminado de la ciudad. Hace meses que no llueve.
En el quiosco de prensa, todas las portadas dicen lo mismo, con fotos parecidas y publicidad a pie de página de empresas fascistas y opresoras. Es raro que sean todas las portadas iguales?
O lo raro es que los medios de comunicación simplemente sean medios de desinformación? Lo extraño es que la sociedad siga comiéndose semejante montón de mierda.

Por fin en el trabajo, aquello que dignifica, que enorgullece y nos hace ser unos putos parias, cobrando una mierda, por tu contrato basura y trabajando para putos pseudo burgueses, que jamás están contentos y que te miran, como si te hubieran hecho un favor al contratarte, esperando que en algún momento tengas que chuparles sus zapatos de piel y llamarles amo.

Allí pasas cuarenta horas a la semana rodeado de luz artificial, café barato, escuchando las quejas estúpidas de tus compañeros, los últimos avances del programa cancerígeno de turno; o la última noticia con un despliegue especial, sobre el niño que se perdió en un puto Ikea y apareció degollado en un campo de al lado, mientras sus padres se metían el último chute de consumismo sin preocuparse de su hijo.
Esto la gente lo soluciona con un #niñodelikea y lo llaman solidaridad.
Eso si, el niño ha de ser blanco, ya que a los niños que mueren en el mediterráneo les importan una mierda.
No sea que tu gobierno deba pagarle los servicios; mejor que se lo gasten en cocaína.

Luego un compañero te viene hablando sobre el feminismo de una manera arcaica, mientras se jacta de pequeñas historias falsas en las que se venera a si mismo como un conquistador sexual ( a base de visa ).
Justo cuando estaba a punto de vomitar, el compañero de la mesa de atrás pone a todo volumen la canción de moda del momento y el machista reprimido deja de hablar para poder cantar la última mierda comercial.
Letra machista y vulgar, ritmos creados por monos inyectados en ketamina y una voz a base de vocoder que podría ser de dos perros follando en celo. A ellos les encanta.





Cuando sales del trabajo solo tienes ganas de beber y abstraerte; así que vas al bar de la esquina a pedir tu dosis diaria de cirrosis mientras das pequeñas caladas a tu cáncer envuelto en papel de arroz y un chico con una chaqueta larga y rosa, da lecciones de moda a un grupo de chicas que van todas iguales, cortadas por el mismo patrón. Lo llaman moda.
Hace treinta y ocho grados a la sombra.

La música relaja la mente, o eso es lo que pienso en el metro de vuelta a casa, estrujado entre tanto zombie mientras escucho Venetian Snares y sueño despierto con que el vagón del metro descarrile llenando de terror, sangre y vísceras a los pocos supervivientes . Me pregunto si la gente, antes de morir, se haría un selfie.

En mi barrio, paro a comprar un barra de pan en el coreano, una pieza de fruta en el chino y algo de picar en el pakistaní. Al llegar a mi portal, me encuentro a un vecino, que en el ascensor me da una estúpida conversación sobre la inmigración y la falta de recursos, para que todo el mundo, pueda aprovecharse de las ventajas que tiene vivir en el primer mundo y lo importante que es mantener los estatus supremacistas para tener a todos a raya. Eso sí, su ropa está hecha por las manos de algún niño indio que cobra quince euros al mes.



En casa me ducho, me tomo la pieza de fruta, cojo unas sustancias que había guardado para esta noche y vuelvo a la calle. He quedado en el bar de la esquina con mi novia, Pilar.
Al llegar me encuentro con ella y cuatro de sus amigos hablando sobre el puto niño del Ikea, así que saludo, me pido una cerveza y me siento a escuchar sus comentarios; tan obtusos que van desde el racismo al odio mas abrupto. Gente que se jacta de poder destripar a la espalda a sus propios amigos; lo que comúnmente se le conoce como putas sanguijuelas de mierda.
A un lado está mi novia, una chica normal y corriente a la que conocí en la puerta de un centro de enfermos mentales, cuando iba a visitar a un amigo que no le habían pegado bien los tripis.
Llevamos saliendo algún tiempo. Típica rubia florero, veintinueve años, impulsiva y vacía. Me pregunto cada día cuando me dejará o cuantos cuernos llevaré ya.

Al otro lado está Pablo, el típico come mierda alternativo que se va cada año a la india, Vietnam o lo que cojones esté de moda en ese momento en la ruta de niños pijos. Lleva tiempo tirándose a Pilar (mi novia), lo sé desde el día que pasé a ser su gran amigo del alma.
Como de costumbre, Pablo me susurra al oído si llevo algún tipo de droga. Como casi todos los hippies come mierda, se cree que los que no tenemos su categoría somos todos traficantes. Así que para que se calle le doy cuatro cápsulas de Metronizadol ( fármaco que se utiliza para diarreas caninas ). Con esto, me pago los tragos de esta noche.
Al otro lado está Luis, su padre amasó una fortuna con las bitcoin en 2010 y el vive de las rentas. Un puto paria.
Y justo enfrente de ellos y cerrando el círculo están Ana la chupapollas y Bea, la veneno. Mientras una se jacta de ser la mejor amiga de Pilar mientras desea follarme; la otra ( influencer como no ) aconseja a Pilar que tipo de hombre va mejor con sus características.

Nos acabamos las copas y vamos a una sala a escuchar a el último dj milenial de moda, rodeado de camisas horteras y bigotes a lo Dalí o chicas con el pantalón marca coño hasta el sobaco.
Una chica se me acerca y me suelta una frase de Nietzsche, a lo que me vengo arriba y la contesto pensando que quizá podríamos tener una conversación filosófica, pero la cara de la chica hace que me de cuenta de que ni sabía quien era el autor de la frase, ni su significado;simplemente la había bajado de una app y la había memorizado por que le pareció cool.
Apago el cigarro y vuelvo a la pista.


Pablo me da las gracias por su placebo, mientras me pregunto si se habrá comido las cuatro cápsulas.

Me acerco a la barra y aguardo mi turno pacientemente unos diez minutos, hasta que una camarera se entera de mi existencia y me sirve lo que le pido. A mi lado una pareja discute por que el chico no se había fijado en los implantes nuevos de silicona de ella (lleva los labios que parecen dos colchonetas).
Me tomo la copa mientras observo a la gente bailar, Pilar y los mongers están en algún sitio y mi dosis de ácido comienza a hacer efecto. No se por que, pero cuanto más difusa es la realidad, mas llevadera se me hace.
Después de unos bailes y unas copas más, nos vamos al bus nocturno.
Pablo hace gestos de dolor anal, así que creo que esta noche no podrá follarse a Pilar.
Al llegar entramos como podemos, entre la gente que hay y las copas se vuelve algo más que incómodo. Encerrados en ese bus que tiene más años que muchos de los que van dentro, mi novia me pide sexo salvaje, mientras las arcadas interrumpen sus palabras. La cara de mapache transexual no la hace muy atractiva.
Sobre su cabeza, un cartel que pone:
“27 sentados, 42 en pie”
Me pregunto si cuando llegue mi parada, conseguiré salir de este enjambre humano.
Por fin dejo a Pilar y compañía en su casa, levanto bien mi dedo corazón en su dirección y continuo a pie hasta mi apartamento.
En mi portal un cartel que pone:
Gran concentración el la plaza mañana a las 17.00h
“Todos somos el niño del Ikea “

Necesito un canuto.



Agradecimientos:
Quería agradecer a todos aquellos traficantes de cocaína por poner un poco de humor en las narices de nuestros políticos; sin vosotros, todo sería diferente.
Al señor muerte por sus dibujos, maquetación y dedicación. Gracias mugre fucker!
Al todos los niños del Ikea del mundo.

Este trabajo fue presentado en formato físico en Can Batlló ( BCN ) el 30 de mayo del 2019.









La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. 

Joseph Goebbels








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