Una mañana sin sensaciones,
cuando el calor aun no aprieta,
los bostezos se apagan con café,
los pájaros vuelan entre las nubes,
las caricias se las lleva la gata.
Una mañana con legañas,
para recordar el último vals,
las últimas miradas,
el coqueteo del tiempo,
la desconexión del mundo.
Una mañana incipiente,
para rodear la tenue luz con las sonrisas,
los besos lejanos guardados en la cornisa,
los sueños estúpidos apresados con candados,
los pasos seguros por las baldosas amarillas.
Una mañana risueña,
en un verano manchado,
en el reflejo de unos grandes ojos,
de una sombra torpe,
en un corazón marchito.
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