Solo fueron unos segundos,
quizá unas fracciones de segundo.
En una sala repleta de personas,
actividades, luces, sonido.
Unos ojos se posaron en mi.
Al levantar la vista,
reconocí a mis últimos sueños rotos.
No hubo ni temor, ni resquemor;
ni ira, ni añoranza;
ni tristeza, ni osadía,
no hubo absolutamente nada.
La nada hizo su trabajo.
Mi cuerpo siguió moviéndose,
volví a lo que estaba haciendo.
No debes forzar las puertas que te cierran en la cara,
debes rescatar la esencia que te hizo abrirlas...
...para seguir abriendo otras.
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