Las palabras salían de su boca como poesía,
su tono de voz calmada y medido extraía pacientemente cada verso,
sus ojos me transportaban al océano,
mis letras tatuadas en su brazo me recordaban el paso del tiempo.
Aquello que fue una vez,
el tiempo de espera hasta llegar a este momento,
cuando solo somos piel que transita en la vida.
Momentos cordiales entre antiguas almas hermanas,
buscando el desayuno antes de las doce,
calmando los nervios,
vigilando las palabras,
hasta que se cae el telón y se vuelven a ver nuevamente.
Abrazos con las dos manos hacia algo que un día fue tuyo,
fue suyo.
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