Al otro lado de la puerta,
tu cuerpo descansa el ayer,
entre sábanas y sudores,
entre olores familiares y corporales.
Al otro lado de la puerta,
la niña perdida se cambia de ropa,
dejando sus verdes mayas,
envueltas sobre la cama.
Al otro lado,
del pensamiento y del ayer,
el agua limpia tu cara de lágrimas hechas legañas,
dejando caer el peso de los días.
Al otro lado de la puerta,
y solo una lámpara,
te recuerda la luz tenue de las noches inconexas.
Al otro lado de la puerta,
se encierran sueños perdidos entre sábanas revueltas,
ropa arrugada,
zapatillas agujereadas.
Al otro lado,
al otro lado, hay un lugar ya conocido por ti,
un niño perdido,
un lobo herido.
Al otro lado de la puerta,
donde descansan las palabras,
donde se miden los tiempos de un ayer perturbador,
donde el mañana se pinta de colores.
Descansa un lobo paciente,
con sueño perdido,
con temple en sus palabras,
con el estómago revuelto.
Al otro lado.
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