Hubiera perdido
mi corazón en el vacío
anegado de amargura y sollozo
si no hubiera conocido,
quietamente,
el delicado compás
de la duna tibia de su cuerpo.
Sin volver el rostro a la tierra ke perdí,
oigo el eco llamarme.
Lenta me cobija la madrugada.
Rosa María Lencero
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