Se apagaron las luces
después del espectáculo.
La gente aplaudió con júbilo
y salió con orden de la sala.
Los técnicos recogieron el equipo,
los actores brindaron contentos,
los productores contaron billetes.
Y el payaso?
El payaso se sentó en el escenario
secando sus lágrimas
sin buscar consuelo
ni porqués.
Viendo que cada noche cambiaba el guion
y que al final
el show que llevaba su nombre
siempre acababa igual.
Para esa noche
preparó un número con una pulga
que encontró semanas atrás en su cama.
Pequeña
asustada
nerviosa
aunque a la vez viva
alegre
eléctrica.
Entre migas de pan y canciones se hicieron amigos
jugaron
rieron
y soñaron.
Esa noche el payaso salió confiado al público
pero al abrir la diminuta caja de la pulga
ante su sorpresa
se halló que estaba vacía.
El público rompió a reír
viendo a el payaso
arrodillado ante la caja
llorando desconsolado.
Fue una historia corta
pero una más triste
en la vida del payaso
que ya todo lo ve de paso.
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