Ni pasos sinceros,
ni intentos razonables.
Nervios y hastíos,
pesan en mis uñas,
me muevo deprisa,
pienso en segundos.
Ni pasos,
ni confianzas.
Palabras y desengaños,
que producen pinchazos
en la mente,
en el alma.
Siempre tardíos,
aquellos pasos,
aquellos hechos.
Aquellas palabras que no callas,
aquellas que entierras,
aquellas que no valen nada.
Pero ni pasos,
ni nada.
Imágenes borradas,
recuerdos basura,
dolor por nada,
carente el vacío.
Ni excusas,
ni perdones.
Pues solo uno los esgrime
si entiende su pecado,
si lo entiende como tal,
si lo es realmente.
Un final penoso,
para tantas alegrías,
abrazos y espectativas.
En el que ni los pasos,
ni las palabras,
demostraron tener valía.
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