Y entró como un mosquito,
haciendo el ruido justo,
sin ser molesto.
Puso la vista en aquel que no mira,
para sacarle una sonrisa
y dos caladas.
A las pocas horas captó su atención,
animó la conversación,
sacó su sonrisa endulzando el encuentro.
Se coló en su mente por debajo de la puerta,
trazó colores entre vuelos bajos,
sin llegar a picarle.
Miró sin miedo,
hablo sin pudor...
...y sin parar.
Juntos descubrieron la ciudad de los reyes,
los mosaicos,
los juglares y sus aventuras.
Entró como un mosquito,
danzante y valiente,
tenaz y vivaz.
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