Sentado en la heladería,
degustando un dulce batido de vainilla
observo a mi alrededor toda la gente que acude a este lugar.
Madres e hijos;
ciclistas cansados;
turistas...
pero por encima de todos
son los ancianos los que más me llaman la atención.
Me los imagino hace años,
cuando eran pequeños y tomarse un helado era lo más preciado del verano.
Como ahorraban hasta el último céntimo para poder disfrutarlo,
o como guardaban la paga de los domingos para poder ir después a la heladería.
Sus primeras citas con chicas...o actualmente,
cogiendo esos helados,
posiblemente siempre los mismos,
para llevarlos a casa de su hijo el domingo y tomárselo en el postre con sus nietos.
degustando un dulce batido de vainilla
observo a mi alrededor toda la gente que acude a este lugar.
Madres e hijos;
ciclistas cansados;
turistas...
pero por encima de todos
son los ancianos los que más me llaman la atención.
Me los imagino hace años,
cuando eran pequeños y tomarse un helado era lo más preciado del verano.
Como ahorraban hasta el último céntimo para poder disfrutarlo,
o como guardaban la paga de los domingos para poder ir después a la heladería.
Sus primeras citas con chicas...o actualmente,
cogiendo esos helados,
posiblemente siempre los mismos,
para llevarlos a casa de su hijo el domingo y tomárselo en el postre con sus nietos.