Llego muy pronto a la cita con Pedro, tan pronto que aun no a llegado, así que entro en una cafetería para hacer tiempo, me siento en la barra y pido una cerveza. Una Voll Damm.
No la tienen y me recomiendan otra parecida. La sirvo en la copa y poco a poco, trago a trago la voy degustando mientras miro el reloj que hay colgado en la pared.
A mi lado un par de Japoneses me piden fuego. hablan en voz baja, se les ve muy felices y contentos.
Otro trago de cerveza, otra mirada al reloj.
Los japoneses se despiden muy educadamente y se van.
Me pido otra cerveza.
Una chica llega a la barra.
Lleva una gran carpeta de dibujo que deja justo delante de su taburete,
se dirige a la camarera y pide una cerveza.
Yo que estaba mirando hacia la entrada,
por fuerza tuve que intercanviar la mirada.
No la tienen y me recomiendan otra parecida. La sirvo en la copa y poco a poco, trago a trago la voy degustando mientras miro el reloj que hay colgado en la pared.
A mi lado un par de Japoneses me piden fuego. hablan en voz baja, se les ve muy felices y contentos.
Otro trago de cerveza, otra mirada al reloj.
Los japoneses se despiden muy educadamente y se van.
Me pido otra cerveza.
Una chica llega a la barra.
Lleva una gran carpeta de dibujo que deja justo delante de su taburete,
se dirige a la camarera y pide una cerveza.
Yo que estaba mirando hacia la entrada,
por fuerza tuve que intercanviar la mirada.
Es pura, clara, segura e inocente.
En unas fracciones de segundo nuestros ojos se hermanan, presentándose y hablando entre si.
El tiempo se para. La cerveza también.
Pedro está en la puerta de la cafetería, pago las cervezas y antes de salir mis ojos se despiden de ella.
Hasta la vista, hasta la próxima.